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Al norte del sur., Spain
En el norte del sur del centro del mundo, no hace frío, ni calor. Se podría decir que se está bien, aunque el clima no es confortable. Dejémoslo, no obstante, como está; por si las moscas.

domingo, 16 de marzo de 2008

Intemperies

El horizonte es llano, mires hacia donde mires. Una sábana infinita, un velo azul transparente de delicados flecos rosados, tapiza de mansa quietud, liso y claro como un lago, el techo inabarcable de la tarde en la meseta; que parece detenerse unos instantes, resistiendo agotarse. Y de repente, la noche. Tupido manto sin luna de terciopelo azabache perforado por millones de diminutas mirillas plateadas, donde se asoman sin duda los viejos Maestros, a ver cómo van las obras. Salamanca.

Es la hora de abandonar el hormiguero y alejarse del bullicio. De ganar tiempo hacia abajo y retroceder dos siglos a cada paso. Una calle que desciende, silenciosa y empedrada, una plazuela desierta y, sin apenas advertirlo, doblar una esquina inopinada y encontrarte, solo, contigo mismo, a mil años de distancia.

La primera sensación es que no hay nadie. Cielo y piedra, y todas las estrellas mirándote a ti; que inspeccionas incrédulo tus ropajes marcianos, firmemente persuadido de que acabas de atravesar la stargate; o un agujero negro. Pero no; que las paredes murmuran, las estatuas te miran a la cara invitándote a seguir y, a los lados, monumentales mamuts petrificados te señalan el camino; siempre adelante, siempre hacia abajo. Y tú te dejas llevar; arropar. Engullir en esta matriz de piedra y alma en la que no te encuentras, precisamente, perdido. Y se va acompasando lentamente la tensión de tus arterias con la emoción de tu alma, mientras el nuevo compás va ensanchando tus pulmones, al tiempo que anega de rocío tus pupilas.

Y, claro; cuando te sientes en casa, o habías decidido ya quedarte a vivir ahí un buen rato, escuchas...¿magia?...voces. Voces...¿humanas?...Pues sí. Y sigues andando y das la vuelta a otra esquina y eran tus compañeros que llaman para cenar. Y hace frío. Y la calle está llena de luz, de gente y de restaurantes. Y no es magia, pero parece.


Quizá es pura coincidencia, pero la música que me he traído entre manos estos días; que hemos paseado por los más contemporáneos auditorios de Castilla, es la Sinfonía Fantástica, de Berlioz. Que; aunque no tiene nada que ver. O sí. Trata también de (pone en solfa) un singular viaje astral. Hacia abajo. Hacia dentro.

Y bueno, bueno ha estado. Muy bueno. He contado lo mejor; lo primero. Y estoy pensando en otra cosa que me callo. Y ya está. Volver de nuevo a volver a mi caverna. Contento y cansado. Esta vez, con la amigable sensación, cálida y liviana, de empezar a extrañar a alguien que no conozco. Y la irrenunciable certeza de volver a habitar ciertos lugares.

A mi caverna de paso, por cierto. Además, esta mañana, al despertar, con sorpresa en la ventana. En la maraña espinosa que hace de portero de mi cueva, ha brotado en mi ausencia (me pregunto, Mi/Me, si tendrás algo que ver) un solitario y temprano capullito carmesí. De paso, porque esta noche. Ahora. Me toca recomponer todo este vagage onírico pero real; distribuir pieza a pieza todas las cosas en la maleta pequeña (la de los viajes cortos); y marcharme a aligerallo todo ello; y a todo ello quemallo.

A Valencia. Clallo. Digo, claro.


domingo, 9 de marzo de 2008

Girailmondo

"A quien Natura non da,
Salamanca non presta."

Anónimo





 
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Sí, el Mundo no para de girar; pero yo no le voy a la zaga.

Vaya usté a saber si será un guiño de última hora a Zapatero; pero es un hecho que mañana mismo nuestros infatigables patrocinadores del PNV (fuerza mayoritaria en Euskadi) nos llevan de gira nada más y nada menos que a Castilla-León. A pasar frío.

Bueno. Frío, y otras cosas. Ofreceremos cuatro conciertos con el mejor de los talantes, a base de una exquisita selección de piezas clásicas. Y de propina, si la hubiere, "El Caserío" (cómo no), "Katiuska" (sí, con K, que era vasca la niña) y una peligrosísima y audaz versión del "Aserejé" en euskera.

En Salamanca no he estado todavía, miré usté. Y por ahí es por donde empezamos. Luego León y Valladolid. No está mal para preparar las vacaciones.

Lo digo porque, sí ya ando un poco ganso por aquí últimamente, no se me va a ver mucho el pelo virtual en las próximas semanas. Creo.

Y también, por supuesto, por si anda alguién por ahí de esas ciudades, y le apetece comprobar cómo berrea el misántropo. Sería un placer compartir unos vinos y, si se tercia, unos corderos.

Haciendo maletas de nuevo. Esta vez con lanas. Sed buenos.

Hasta pronto. ¡Ah! Y felicitaciones a los que estén contentos con el resultado electoral. Y a los que no, también.

¡Música maestro!

domingo, 2 de marzo de 2008

Puente




A un extremo, Uno. Limbo amargo.

El hombre resuelto en cruz, gesticulador andante, subiendo el puente. Resbalador escorado de un súbito tobogán áspero, en caída inversa; emergiendo de la misma cumbre de su infierno hacia la niebla del limbo. Descuartizado limbo amargo. Ese hombre en cruz, impenitente reo de desamor, que no busca nada ya; sólo seguir ascendiendo en la inercia. Pero que espera, sin quererlo, sin embargo. Encarnación esperpéntica de la alegría en pena, con el corazón en ascuas. Obviamente perdido.





Del otro extremo, Una. Fragante limbo en sonoro ascenso.

La mujer resuelta en alzas, carrusel empecinado oblícuamente directo, que no sabe lo que quiere; pero quiere, también sin embargo. Fragancia fresca de mujer a la otra punta, descendiendo cuesta arriba por el puente. Limbo aureolado. Esa mujer en alzas, penitente carcelera del amor, que sabe y no espera; tan sólo bajar a golpes de realidad del trono que ostenta y le pertenece. Pero busca, sin saberlo. Encarnación ondulante de la certeza, con el corazón en duda. Objetivamente ubicada.


 
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Sólo el puente es responsable.

Culpable de rigidez. De no saltar por los aires o derretirse en la niebla polinizada de la tarde. Culpable de activismo. De concitar, azarosa y disimuladamente dos orillas, dos mundos. Dos extremos.

Este Adán no llevó nunca en sus genes memoria alguna del Paraíso. Aquí y ahora, en la Urbe, responde al nombre de GGGGGGGGGGGUUUUUUUUUURRRRRRROOOOOOOOOGGGGG.

Por su parte, ex Eva, se hace llamar PPPPPPPPRRRRRRRRRRRRRGGRRGGRRGGRRIIIIIIIIIIIIII.

Y se ven. Pero no se reconocen.


 
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El puente. El puente será el único responsable. Culpable de puente y por puente. De todo y de nada.

Por convertir la niebla de polen de la tarde en una enorme cama elástica. Un paraíso flexible, pero no lo suficiente.

Que al habitarse, se rompe.