A pique de sufrir mi primera desilusión cinematográfica consentida del verano quise volver a releer la novela. Más tarde, lejos del más mínimo desengaño, tras ver la peli, he vuelto a releerla.
Y es que es lo mismo.
Quiero decir...Empresa ardua, difícil y arriesgada donde las haya, la de confeccionar un listado de películas que no masacren vilmente la novela en la que, supuestamente, se basan, o inspiran. Se me ocurren algunas adaptaciones lejendarias de libretos de teatro, aliñados por las zarpas de un Orson Welles o un Brando; o aquella deliciosa "La Huella", con Lawrence Olivier y Michael Caine. Pero no dejan de ser teatro filmado, al fin y al cabo.
Por lo que se refiere a las novelas, lo primero que me viene a la cabeza es más sudor, junto con el plácido propósito de no torturarme las meninges en tiempos tan soleados. O sea, que se admiten ideas, vaya, en todo caso.
A ésta no opongo dudas porque la tengo reciente. Y me reitero: Si es que es lo mismo. Es una historia hermosísima, en ambos soportes ambos. El guión resulta tan fiel al texto que a menudo se limita a calcarlo; al igual que la carne que lo arropa, tanto en el sonido como en las imágenes, aportando una nueva dimensión tan convincente como cercana. La peli, "Bajo las estrellas", explica lo que explica el libro. El libro, "El trompetista del Utopía", explica lo que explica la peli.

Y mi querido Aramburu sigue hablando de lo mismo, en ésta, su novela más amable. Lo cual me lleva de nuevo a su libro más duro; donde hace ya como diez años que ya hablaba de lo mismo, con un estilo muchos más directo y conciso, en este caso (lo siento, no me resisto):
Había dieciocho camas alineadas junto a la pared, en un aposento oscuro. Yo ocupaba la quinta, empezando a contar por la izquierda. En esto se oyó una voz en la oscuridad, que dijo: "Uno de ustedes ha dejado de existir. El resto puede levantarse. La cena está servida". Todos se levantaron sin demora de las camas, menos el que se hallaba a mi lado y yo. Le pregunté cuál de los dos sería el muerto. "No hay duda de que ya no vivo", susurró. Agradecí su sinceridad y me incorporé a la fila de los que salían.
de "No ser no duele". FERNANDO ARAMBURU.